Democracia y Lágrimas, artículo de Alejandro Hernández

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El pasado 26 de mayo de 2019, se produjeron las elecciones municipales (y europeas) en nuestro país. De esas elecciones, surgen los mandatos democráticos para los próximos 4 años. Al nivel más palpable de la política para el ciudadano. La ciudad.

Nuestras ciudades constituyen y han constituido una válvula de salvaguarda de nuestro orden social y político. Son los ayuntamientos los que mas han vivido la crisis institucional y la falta de recursos provocada por la crisis económica. Qué repercutió directamente en los presupuestos a la hora de elaborar nuevas políticas y programas para dar respuesta a situaciones de emergencia sobrevenidas súbitamente, como ha representado el drama de los desahucios estos años.

Los ayuntamientos de la mano del tercer sector, en otras palabras de la sociedad civil organizada. Han dado respuesta en muchos ámbitos a las necesidades de la población, intentando por todos los medio no desatender la situación de extrema vulnerabilidad que, hoy todavía padecen miles y miles de personas, de ciudadanos.

El sociólogo Weber en sus escritos se planteaba cuáles eran las cualidades que todo político debía reunir. Una de esas cualidades se enfocaba en la pasión. Pero pasión no malentendida como una excitación pasajera y sin fundamento, sin objetivo. Si no que debía de acompasarse con un sentido de la responsabilidad y de objetivos con una causa real e importante.

El sábado 15 de junio en la mayor parte de las corporaciones municipales pudimos encontrar justamente eso. Pasión, pero sin ningún tipo del sentido de la responsabilidad ni del deber, tanto por parte de ciertos sectores de la ciudadania y de partidos políticos. Que no hacen honor ni a su papel institucional ni a su deber.

Grupos, pertrechados de pancartas y de silbatos, se dedicaron a intentar torpedear y acosar a los concejales y concejalas electas de sus ayuntamientos. Obviamente a aquellos que no fueran de su cuerda política. Hablo de los colectivos processistes, altamente excitados, que se dieron cita para ponerse todavía más entredicho, y dejar claro que su democracia (la que les gusta, en al que ganan) es la única que les vale. Esa turba sin ningún tipo de criterio y de legitimidad más allá de aquella que le confiere la libertad de expresión (que no el acoso y la intolerancia). Se plantaron a las puertas de los consistorios e intentaron en varios municipios manipular y en alguno como Santa Coloma de Farners, lograron cambiar el sentido de pactos en el consistorio. Con la actuación estelar del President de la Generalitat, vía telefónica para presionar a los concejales de ERC y la de su hermana y cuñada, que ante el anuncio de pacto de JxCat con el PSC, creyeron adecuada la acción de llevarse el retrato oficial del President.

A raíz de esto Orwell dijo:

El nacionalismo es sed de poder mitigada con autoengaño. Todo nacionalista es capaz de incurrir en la deshonestidad más flagrante, pero, al ser consciente de que está al servicio de algo más grande que él mismo, también tiene la certeza inquebrantable de estar en lo cierto.”

No hay nada más grave, y más peligroso para una democracia, que el asalto a sus valores y a sus instituciones. La gravedad es mayor si cabe, cuando se da la situación en el que un grupo de manifestantes de 30, 40 o 50 personas, se creen representativas de la verdadera voluntad e intentan torpedear los actos solemnes de constitución de las corporaciones.

Esto ahonda todavía más en la crisis de la esfera pública que está indudablemente fraccionada, y la pluralidad no es vista como una característica positiva, si no como un obstáculo para los objetivos de cada uno de los colectivos que la forman. Lo que en ciencia política llamamos la perversión de la esfera pública y su cristalización en facciones enfrentadas entre sí, sin ningún tipo de dialogo posible.

La política se torna en mera ficción, sólo algo simbólico y sin ningún tipo de repercusión en la sociedad. Política ficción, lo que Walter Benjamin califico de la estetización de la política. El procés se ha (literalmente) cargado la oferta programática de la política. Y se mueve en base a la política de la atención. Perdón, no se la ha cargado, iba camino de ello, o al menos era lo que pretendía. Sobretodo con la adquisición de la joya de la corona, la alcaldía de Barcelona. Para continuar con la política de pantalla, con la política fast food.

Ahora se abre una nueva oportunidad, superada la batalla, queda ahora reconstruir lo que nunca tuvo que destruirse. Acercar a la sociedad y empezar a coser todas las fracturas, y aislar aquellos que únicamente viven por/para y del conflicto. El movimiento de Valls en Barcelona constató la necesidad de este nuevo enfoque, y las lágrimas de Colau certifican aquello que ya todos sabíamos. Que ante los nacionalismos no cabe la equidistancia, y que de una manera u otra acaba impregnando y corrompiéndolo todo, incluidas las instituciones, baluarte mas elemental de las democracias modernas.

La más pequeña de las acciones puede servir al propósito más grande. Y ese es el papel atomizado de la ciudad como fenómeno en la política. Es lo que teje la basta red de convivencia y civismo entre miles y miles de personas y el mas elemental nivel del ámbito institucional. Punto de partida y de llegada, la ciudad y lo que representa es algo que no podemos perder, que no debemos perder.

 

Alejandro Hernández

Primer Secretari del Vallès Occidental

 

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